martes, 21 de septiembre de 2010

Verano en la isla de Wight

Una playa de guijarros y multitud de pequeñas embarcaciones balanceándose suavemente en un mar grisáceo, niños jugando en las rocas, provistos de cubo, sedal y trocitos de bacon para atraer a golosos cangrejos mientras adultos vigilantes los contemplan a distancia y apuran los últimos rayos de un sol que no calienta.

En el horizonte asoma borrosamente la silueta de la ciudad de Portsmouth, a la que desde la orilla rinden patriótico saludo ondeantes banderas en cada casa, todo ello a modo de recordatorio para el incauto visitante de que este extraño enclave, bastión defensivo contra temibles armadas invencibles, guarda celosamente las esencias irreductibles del imperio británico.