jueves, 1 de septiembre de 2011

Amazona en Richmond Park

Era una tentación demasiado grande como para no acabar cayendo en ella a pesar de las dudas y miedos. Pero para apreciar en toda su intensidad ese relajante paisaje de hierba, helechos y árboles centenarios desplegado esplendorosamente en una gama interminable de verdes y arena bajo un cielo turquesa moteado de nubes blancas y grises y sentir el impacto vigorizante y sanador de la brisa fresca de verano que amplifica el murmullo secreto de las plantas y despierta todos los sentidos... hay que subirse a un caballo. El audaz atrevimiento se ve recompensado con la ilusión mitológica de gozar de la compañía de un indolente séquito de ciervos que primero me contemplan tranquilamente al ver que me aproximo a ellos y que sin duda sólo esperan una señal de mi mano para levantarse y acompañarme obedientes en mi paseo triunfal. Me imagino perfectamente lo que habría podido ser un excitante día de recreo en la corte de Enrique VIII o de Isabel I.

Antes de llegar a este momento culminante me he preparado prudentemente tomando varias lecciones particulares hasta conseguir un digno trote de novato que para mí constituye actualmente el cénit del dominio ecuestre, superada la confusión del primer día durante las vacaciones de Pascua cuando confundí el nombre del caballo con el del consumado jinete y ceremonioso instructor belga a cuyo cargo tuve la primera clase que me ha permitido superar una mala iniciación de hace muchos años.

¿Pero cómo iba yo a saber que Pablo, y no Pegaso o Bucéfalo, por decir algo, era el nombre de mi montura? Pablo is the horse, madam, and I am Jean François. My aim is to teachee you to relaxeee and feeleee you … blendee with the horse, lo que yo interpreté algo así como el efecto centauro total. Firste of allee, imagiinne you are like a baggee full of potatoes… lo que para empezar era perfectamente asumible y comprensible y además todo tan versallescamente expresado, mucho mejor que el sistema salvaje “esto es un caballo y ahora galopa” que minó mi confianza juvenil.

No he encontrado de nuevo a mi amable y carismático mentor este verano pero le ha sucedido Rachel, una simpática joven galesa bajo cuya supervisión me atreví el martes a dar un maravilloso paseo de una hora. No acabo de tenerlas todas conmigo pero… es una sensación fantástica y muy buen ejercicio.