viernes, 15 de octubre de 2010

¿Qué es Arte?

Aunque llevo tiempo buscando respuestas a esta dificilísima pregunta y me había propuesto leer aplicadamente durante las vacaciones la clásica antología de Alexander Sesonske, a ver si sonaba la flauta y daba con alguna luz al respecto, mi reprobable pereza y vergonzante diletantismo me impiden llegar a conclusión alguna y sigo navegando sin rumbo por las oscuras y procelosas aguas de mis lagunas, o mejor dicho, océanos, de ignorancia artística.

Soy absolutamente incapaz, por ejemplo, de justificar los motivos por los que decidí gastarme unos ahorros en comprar esta foto de Richard Avedon, titulada "Dovima con elefantes", realizada en 1955 para la casa Dior. No tengo especial interés ni por los animales ni por la moda y ni siquiera puedo contemplar la imagen sin evocar proustianamente una mezcla olorosa del espantoso tufillo de los elefantes del zoo de Barcelona con algún mareante perfume francés almizclado, ambos aromas en alarmante contradicción con mis preferencias olfativas a base de cítricos, té verde o lavanda.

Pero tenía que comprar la foto. Quizás el resorte de mi irresistible impulso dilapidador tenga que ver con la composición, el contraste, la elegancia de la modelo, por la gracia con la que los elefantes levantan las patas, qué se yo. De todas formas, ¿sería ello justificación suficiente para mi capricho? Y si no lo fuera, ¿por qué debería dar explicaciones a nadie?

Constatada mi absoluta incapacidad de encontrar respuestas satisfactorias a mis terribles inquietudes, me limitaré a citar con autoridad y aplomo al sabio Sylvester Stallone, cuyos razonamientos tan profunda impresión me causaran un día al leer un Hola en la peluquería. La historia es la siguiente: un entrevistador le preguntaba al conocido actor, que había invertido parte de su fortuna en una colección de arte, acerca de sus criterios a la hora de realizar sus compras. La decidida respuesta de Rambo fue que, si un cuadro llamaba su atención, se preguntaba inmediatamente si él mismo habría sido capaz de pintar algo parecido. Si la respuesta era negativa, es que era bueno.

Pues bien, puesto que yo jamás podría posar tan flemática, elegantemente y sin despeinarme con dos enormes elefantes a mis espaldas, y uno de ellos susurrándome en la nuca, es que la foto es buena. Y ello justifica mi inversión artística y mi exquisito gusto y no hay nada más que decir.