domingo, 28 de enero de 2007

Memorias de Élisabeth Vigée-Le Brun

Uno de los libros más entretenidos que he leído últimamente ha sido el de las memorias de Mme. Vigée Le Brun (1755 -1842), pintora de María Antonieta. Obtuvo éxito desde muy joven gracias a su talento artístico y agradable personalidad, logrando captar la atención de la corte y de la alta sociedad de su época. Su tacto y discreción naturales le permitieron mantenerse razonablemente al margen de las intrigas cortesanas y de los inevitables ataques de envidiosos, pues sus cualidades no podían pasar desapercibidas entre sus compañeros de profesión. Así pues, si entre sus valedores encontramos a Reynolds, entre los envidiosos y resentidos, profesional y políticamente, destaca Jacques-Louis David, el pintor que más tarde inmortalizará la coronación de Napoleón.

David no vacila en cooperar a la difusión de murmuraciones en detrimento de Mme. Vigée Le Brun y que le atribuyen una relación con un importante cargo de la Hacienda Pública de Luis XVI: Calonne, controlador-general de finanzas desde 1783 a 1787, del que la pintora había realizado un magnífico retrato. No parece en absoluto improbable que Calonne, al igual que otros vanidosos e influyentes personajes masculinos que posaron para ella, intentase aprovechar las sesiones para intentar “ligar” subrepticiamente con la atractiva pintora, la cual relata con humor como, ante las inequívocas miradas arrebatadoras que a menudo se dedicaban a lanzarle sus distinguidos modelos, les obligaba a mantener la compostura indicándoles en esos momentos que se disponía a pintar los ojos y haciéndoles mirar hacia otro lado. Sea como sea, Mme. Vigée Le Brun niega irónicamente cualquier vinculación con Calonne, alegando entre otras cosas que jamás se habría dejado seducir por un hombre con peluca.

A Jacques-Louis David se debe asimismo el mezquino y absurdo elogio consistente en afirmar que la calidad de cierto retrato de la pintora -que él también había acometido- era la propia de un hombre y superior al suyo, el cual le había salido, según él, como pintado por una mujer, es decir, mal, lo que nos proporciona una idea bastante exacta sobre la manera de pensar de este pintor y la magnitud y causa de sus celos.

La trayectoria vital de Elizabeth Vigée-Le Brun es la de una mujer original y moderna que combina sabiamente independencia y sociabilidad y que gracias a su profesión disfruta de una inusitada movilidad y autosuficiencia financiera, harto infrecuente en su época. Su incesante actividad profesional es lo que le permite, durante su juventud, mantener a su familia al fallecer el padre prematuramente, independizarse más tarde de un marido infiel y manirroto y, finalmente, durante el período turbulento de la revolución, establecerse confortablemente en el extranjero con su hija de corta edad y una acompañante que ejerce las funciones de institutriz y dama de compañía.

La necesidad de huir del terror revolucionario, combinada con su curiosidad intelectual, la llevó a realizar un recorrido extremadamente interesante, permaneciendo primero en diversas ciudades italianas, siempre precedida por su remarcable fama como artista muy al gusto de su época, por lo que nunca le faltaron los encargos ni las recomendaciones. De hecho, logró pintar a los personajes más ilustres de su tiempo, con la excepción del Papa Pío VI, pues al exigirle el estricto protocolo vaticano que se ocultase bajo un velo, decidió lógicamente que de esta guisa difícilmente se podría pintar un cuadro decente, optando por “declinar el honor”. Tras su estancia italiana, se trasladó más tarde a otras ciudades destacadas como Viena, Praga y Berlín y se estableció posteriormente en Rusia, donde permaneció varios años a partir de 1795, frecuentando la corte de Catalina La Grande y de sus dos inmediatos sucesores, Pablo I y Alejandro I. Aunque su regreso a Francia fue acogido favorablemente bajo el régimen napoleónico, la dolorosa constatación de que muchas de sus viejas amistades no habían sobrevivido a la revolución la impulsó a cambiar nuevamente de aires y realizar otro recorrido por el extranjero, visitando Inglaterra, los Países Bajos y Suiza.

De estas memorias, cuya traducción al inglés realizada a principios del siglo XX por Lionel Strachey se halla disponible libremente en internet, no he conseguido encontrar ninguna traducción al español, lo cual me resulta incomprensible, pues se me hace difícil concluir que ninguna editorial española se haya interesado por ellas. Una reciente edición francesa de bolsillo, que es la que yo tengo, es la de “éditions des femmes”, a cargo de Claudine Herrmann, www.desfemmes.fr.

domingo, 21 de enero de 2007

De El Greco a Cézanne. En el MNAC hasta el 4 de Marzo.


He disfrutado visitando esta exposición, consistente en una selección de 42 pinturas del Metropolitan de Nueva York entre las que, además de El Greco y Cézanne se encuentran representados, entre otros, Goya, Van Dyck, Hals, Courbet, Millet y Van Gogh.

Lo que más me ha llamado la atención son tres retratos: el del niño Pepito Costa y Bonells, pintado por Goya, el elegante autorretrato de Van Dyck y la alegre figura del cervecero van Voorhout pintado por Frans Hals, con su orgulloso porte rebosante de satisfacción.

Ante estas tres magníficas pinturas, es para mí un misterio insondable que el cuadro elegido para presentar la exposición y que ilustra la portada del catálogo sea el del guitarrista de Manet, de forzadísima pose y con una poca gracia para sujetar la guitarra que clama al cielo. Esta portada se la han robado a Goya. O, si de lo que se trataba es de llamar magnífica y contundentemente la atención, quizás lo mejor habría sido optar por el Courbet, por motivos obvios para cualquiera que lo haya visto y que renuncio a explicar.

En cualquier caso, una exposición cuya visita merece la pena.

(Imagen procedente del archivo de la web del Metropolitan, www.metmuseum.org)

miércoles, 17 de enero de 2007

Lord Chesterfield: cartas a su hijo

La editorial Acantilado publicó recientemente una traducción al español de las cartas que Lord Chesterfield (1694 -1773) escribió a su hijo ilegítimo, Philip Stanhope, nacido de la relación que mantuvo con Elizabeth du Bouchet, una institutriz, durante los años en que ejerció como embajador del Reino Unido en La Haya. Con un enfoque didáctico y ameno, su pretensión es aconsejar y formar a este hijo, para el que deseaba una carrera política y diplomática y la educación y desenvoltura de un hombre de mundo.
Estas cartas, pese a no haber sido escritas para su publicación, constituyen una valiosa pieza literaria por su elegantísimo estilo, claridad y concisión. No obstante, desde una perspectiva moralista puede acusarse a su autor de una gran dosis de hipocresía y cinismo, por lo que ya generaron en su momento críticas lapidarias como la de Samuel Johnson, quien se refirió a ellas sentenciando que enseñaban “la moralidad de una prostituta y los modales de un profesor de danza”. Este exagerado juicio, aunque no exento de un fondo de razón, no resta en modo alguno interés a su lectura, sino todo lo contrario.
El autor, declarado admirador de la Rouchefoucauld, la lectura de cuyas máximas recomienda encarecidamente, no parece tener graves problemas con la doble moral que propugna y que previamente ha tenido ocasión de llevar concienzudamente a la práctica si tenemos en cuenta que el nacimiento de su hijo en 1732 no fue impedimento alguno para su matrimonio de conveniencia, justo al año siguiente, con una aristócrata inglesa que le aportaba un considerable patrimonio.
El hijo a quien se dirigen, Philip, fallecido en 1768 a la edad de 36 años, sin ser un mal hijo no alcanzó a cumplir las expectativas de su padre. Su muerte prematura descubrió además una situación que no había tenido el valor de revelar: se había casado en secreto con una mujer llamada Eugenia Pieters, con la que tenía dos hijos. A ella o, como considera el estudioso R.K. Root, prologuista de la edición de 1929 para la colección Everyman, a “su indelicadeza”, se debe la publicación de las cartas en 1774, poco después de la muerte de Lord Chesterfield y con la oposición de sus ejecutores testamentarios. Todo ello suscita en mí una irrefrenable curiosidad por conocer en detalle las circunstancias que motivaron la decisión de vender estas cartas y poder llegar a mis propias conclusiones acerca de si hubo o no “indelicadeza” por parte de Eugenia. Para ello sería preciso averiguar previamente, no sólo más datos sobre su personalidad y su relación con el autor – de quien no debe olvidarse que en su correspondencia no vacila en afirmar que las mujeres son seres infantiles pero “de tamaño grande” y “carentes de buen sentido”-, sino conocer también el exacto contenido de su testamento, del que sólo sé que al menos hizo provisión de un legado para Elizabeth du Bouchet, a la que reconoce haber perjudicado .
¿Se sintió acaso Eugenia agraviada o rechazada por Lord Chesterfield, a pesar de que éste acabase aceptándola e hiciera provisión para ella y sus hijos? ¿Consideró injusto que el título y la sustancia de la fortuna del noble y cortés hipócrita no pudieran transmitirse a estos últimos, descendientes directos, y fueran a parar a manos de un primo? Cualquiera que fueran sus motivos, su supuesto acopio o falta de delicadeza o refinamiento, está claro que hoy en día difícilmente podría sostenerse una obligación moral por su parte respecto al autor de las misivas y que, en cualquier caso, sus lectores estarán unánimemente de acuerdo en agradecerle la iniciativa de su publicación.

jueves, 11 de enero de 2007

Bienvenidos a la Isla de Circe

Esta es la isla imaginaria que sirve de plataforma para mis incursiones por mares y océanos virtuales en busca de referencias históricas y tesoros literarios o artísticos, sin más pretensión que la de intercambiar ideas y descubrimientos e intentar pasar un buen rato.

AVISO PARA NAVEGANTES: Con la inestimable ayuda de otros miembros de la comunidad internacional de brujas, hechiceras e increíbles mujeres-peonza, sus amigos, familia y admiradores, este sitio podrá utilizarse también en ocasiones para comentar noticias y acontecimientos de actualidad y promover la difusión mundial de estrategias feministas subversivas.