miércoles, 17 de enero de 2007

Lord Chesterfield: cartas a su hijo

La editorial Acantilado publicó recientemente una traducción al español de las cartas que Lord Chesterfield (1694 -1773) escribió a su hijo ilegítimo, Philip Stanhope, nacido de la relación que mantuvo con Elizabeth du Bouchet, una institutriz, durante los años en que ejerció como embajador del Reino Unido en La Haya. Con un enfoque didáctico y ameno, su pretensión es aconsejar y formar a este hijo, para el que deseaba una carrera política y diplomática y la educación y desenvoltura de un hombre de mundo.
Estas cartas, pese a no haber sido escritas para su publicación, constituyen una valiosa pieza literaria por su elegantísimo estilo, claridad y concisión. No obstante, desde una perspectiva moralista puede acusarse a su autor de una gran dosis de hipocresía y cinismo, por lo que ya generaron en su momento críticas lapidarias como la de Samuel Johnson, quien se refirió a ellas sentenciando que enseñaban “la moralidad de una prostituta y los modales de un profesor de danza”. Este exagerado juicio, aunque no exento de un fondo de razón, no resta en modo alguno interés a su lectura, sino todo lo contrario.
El autor, declarado admirador de la Rouchefoucauld, la lectura de cuyas máximas recomienda encarecidamente, no parece tener graves problemas con la doble moral que propugna y que previamente ha tenido ocasión de llevar concienzudamente a la práctica si tenemos en cuenta que el nacimiento de su hijo en 1732 no fue impedimento alguno para su matrimonio de conveniencia, justo al año siguiente, con una aristócrata inglesa que le aportaba un considerable patrimonio.
El hijo a quien se dirigen, Philip, fallecido en 1768 a la edad de 36 años, sin ser un mal hijo no alcanzó a cumplir las expectativas de su padre. Su muerte prematura descubrió además una situación que no había tenido el valor de revelar: se había casado en secreto con una mujer llamada Eugenia Pieters, con la que tenía dos hijos. A ella o, como considera el estudioso R.K. Root, prologuista de la edición de 1929 para la colección Everyman, a “su indelicadeza”, se debe la publicación de las cartas en 1774, poco después de la muerte de Lord Chesterfield y con la oposición de sus ejecutores testamentarios. Todo ello suscita en mí una irrefrenable curiosidad por conocer en detalle las circunstancias que motivaron la decisión de vender estas cartas y poder llegar a mis propias conclusiones acerca de si hubo o no “indelicadeza” por parte de Eugenia. Para ello sería preciso averiguar previamente, no sólo más datos sobre su personalidad y su relación con el autor – de quien no debe olvidarse que en su correspondencia no vacila en afirmar que las mujeres son seres infantiles pero “de tamaño grande” y “carentes de buen sentido”-, sino conocer también el exacto contenido de su testamento, del que sólo sé que al menos hizo provisión de un legado para Elizabeth du Bouchet, a la que reconoce haber perjudicado .
¿Se sintió acaso Eugenia agraviada o rechazada por Lord Chesterfield, a pesar de que éste acabase aceptándola e hiciera provisión para ella y sus hijos? ¿Consideró injusto que el título y la sustancia de la fortuna del noble y cortés hipócrita no pudieran transmitirse a estos últimos, descendientes directos, y fueran a parar a manos de un primo? Cualquiera que fueran sus motivos, su supuesto acopio o falta de delicadeza o refinamiento, está claro que hoy en día difícilmente podría sostenerse una obligación moral por su parte respecto al autor de las misivas y que, en cualquier caso, sus lectores estarán unánimemente de acuerdo en agradecerle la iniciativa de su publicación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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